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Bernard Arnault, el gran genio de la moda

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ArnaultHablar del lujo es entrar en un lenguaje donde hay que dar por hecho calidad, exclusividad, originalidad..., y también caer en las redes de los que marcan las normas de ese elitista club concebido para muy pocos, pero globalizado hoy en día por unos cuantos. Lujo es poder llevar una camiseta con un pantalón de costura (Lagerfeld dixit) o lucir los mejores «manolos» de la temporada antes de que salgan al escaparate. Gastarse una fortuna en una botella de vino o surcar los mares con el yate más caro del mercado no es lujo, es simplemente opulencia.

Iba para pianista pero estudió para ingeniero, aunque luego triunfó como empresario y, hoy, se le conoce como «el emperador del lujo», y el causante de aglutinar bajo un mismo grupo -LVMH- las mejores firmas (Dior, Louis Vuitton, Celine, Givenchy, Loewe...). Arnault es el mejor ejemplo de cuanto representa el mundo de la costura y la creación, y esa agilidad a la hora de adquirir los productos más emblemáticos y hacer que sean objeto de deseo. Sus operaciones siempre han sido audaces y con sus enemigos ha protagonizado batallas campales que hasta la fecha le han salido bien. Hoy está en las listas de las mayores fortunas del mundo (el séptimo en el mundo, segundo en Europa y primero en Francia) y es que se le calcula una fortuna de 26.000 millones de dólares. Entre sus logros está poner al frente de Louis Vuitton a Marc Jacobs, confiar en Galliano para Dior y fijarse en Alexander McQueen para Givenchy. Fue todo un visionario dejando a los más modernos al frente de unas casas emblemáticas y tradicionales como habían sido Dior o Givenchy hasta ese momento. La única vez que probó el amargo sabor de la derrota fue cuando quiso hacerse con Gucci, propiedad de su gran competidor, el también multimillonario Francois Pinault.
Fuente: Beatriz Cortazar.

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