Su prenda estrella son los esculturales y sensuales vestidos suéter: a falta de trabajar la piel como consecuencia de su rigurosa política de sostenibilidad a la hora de escoger materiales, bueno, excelente, es el trato que le da Stella McCartney, por ejemplo, a la lana. Y es que la diseñadora tiene una extraordinaria capacidad para trabajar y esculpir tejidos rústicos con la misma facilidad con la que manipula sedas y lamés, presentes siempre también en su repertorio, sin distinción de estaciones.
Respecto a sus líneas, McCartney sigue estableciendo una dualidad entre lo masculino y lo femenino, entre las siluetas rectas y holgadas, y los cortes y asimetrías que juegan a esconder y enseñar, contraer y prolongar, la figura femenina.
Entre mostrar los hombros y lucir escote o abotonarse la camisa hasta el último botón y exagerar infinitamente las mangas; entre ajustar sus prendas al cuerpo ciñéndose a la cintura mediante corsés o cinturones o superponer faldas sobre chaquetas y blusas, sobre anchos y extralargos pantalones, para desdibujarla; entre la espiguilla o el tweed gris, y el ganchillo o los textiles metalizados con Paisley o flores brocadas. Como novedad, Stella juega a crear piezas de abrigo que parecen hechas con pelo del más salvaje animal ártico.