Formentera es naturaleza en estado puro
- La isla balear hace aflorar todos los sentimientos desde el mismo instante en que el ferry que conduce a ella desembarca en La Savina
- Ver y enamorarse con amaneceres y atardeceres desde sus dos extremos, junto a sus faros.
- Escuchar la sinfonía de un birding que congrega a más de 200 especies de aves a lo largo del año.
- Oler su peculiar flora paseando a pie o en bicicleta por sus 32 Rutas Verdes.
- Degustar su sabrosa gastronomía de proximidad amparada en la filosofía culinaria slow food.
- Pisar descalzos la arena de sus paradisíacas playas y calas sumergiéndonos luego en sus cristalinas aguas turquesa.
Formentera para disfrutar con los cinco sentidos.
Recorrer a pie el Camí des Brolls –de gran riqueza biológica y singularidad paisajística– que rodea el Estany Pudent, permite escuchar y observar a diferentes especies de aves, entre ellas los estilizados flamencos. Pero el birding es también sensible y visible en los islotes de Es Freus, santuario de aves marinas; en el Estany des Peix, en la meseta de Mola o en la planicie de Barbaria, donde revolotean la Sylvia Baleárica o la Terrera común.
Inhalar el aroma que destila el singular paisaje de pinos y sabinas, de romeros o enebros, es uno de los alicientes de sus Rutas Verdes, 32 circuitos polivalentes que entrelazan caminos que suman más de un centenar de kilómetros, la mayoría accesibles pedaleando. Entre ellas, las de Es Trucadors o el Camí de sa Pujada.
Del olfato... al gusto. Verdura ecológica, pescado seco, cordero, queso mixto (de cabra y oveja)... Formentera es gastronomía tradicional vinculada al mar y a la agricultura de secano, con productos autóctonos, vino de la tierra y mucho, mucho sabor. Todo, bajo una filosofía culinaria slow food (comer con tranquilidad valorando la calidad) de la que se ha editado un mapa-guía para localizar y adquirir producto local.
Y con mucho tacto. Así se siente también la pequeña Pitiusa; con la sensibilidad a flor de piel que supone caminar descalzos por playas y calas como Llevant, Caval d’en Borràs, Migjorn, Ses Platgetes, Es Pujols, Cala Saona... o la mítica Ses Illetes, siempre entre las mejores del mundo. Y luego, como no, ‘entregar’ los cuerpos al Mediterráneo para que sus cálidas y transparentes aguas los acaricien e impregnen de su mágica esencia natural.